Transformando emociones de la adversidad a la fortaleza.
El síndrome del emperador /
Padres que queriendo a sus hijos, les dañan cuando les dan de más.
Por Sarah Russek de Weiss, Terapeuta Cognitivo Conductual.
Educa al niño de acuerdo a su propio camino, para que crezca y no se aparte de éste.
- Proverbios 22:6
Llegar a ser considerados una fuente
de bien para nuestros
hijos, es sin duda un anhelo que todo padre o madre, comparten. Pero es un anhelo
que cobra vida de muchas maneras.
Anhelar ser una fuente de bien para otros, es un anhelo del deseo de Dar, sin embargo, saber Dar es sin duda todo un Arte. Un Arte que requiere de una destreza,
del manejo de una técnica y de un sentido estético, es decir de un sentido adecuado
del equilibrio y las formas… De hecho,
para muchos, es más difícil saber Dar que Recibir… Y cuánto más cuando se trata
de los hijos.
En ocasiones los papás y las mamás dan a sus hijos sin un formato adecuado, causándoles un daño, aún cuando la intención primera en
su corazón sea positiva. Dar de maneras inconvenientes puede resultar en una situación que es todo lo contrario a
una bendición. Por ejemplo, al darlo todo desproporcionadamente, al sacrificarse
desmedidamente para que no sufran, es muy probable que se les
esté impidiendo un adecuado desarrollo y por lo tanto la capacidad de llevar
una vida adulta plena.
Por difícil que parezca a veces los
progenitores no advierten que están dando de manera desmedida. A veces no toman conciencia que al Dar a sus
hijos inadecuadamente, más que ser una fuente de bien, se están convirtiendo en
una fuente de mal para ellos. Tomemos por ejemplo, el caso de los niños que
padecen lo que los psicólogos e
investigadores llaman “El Síndrome del Emperador”.
El Síndrome del
Emperador es generado en
los hijos, cuando los Padres -en su afán de hacerlos felices a toda costa y de
que no sufran jamás-, simplemente dan
de más. Los niños piden
y ellos dan (aún lo que no piden y aún lo que no pueden dar). Estos padres para poder satisfacer su propio deseo de Dar, se dicen cosas a sí mismos como: “Es que está creciendo…” “Es que
todos en su clase lo tienen…” “Es que no quiero que sufra.” . Estos
padres mandan el mensaje constante a sus hijos de que “son los reyes”, “quienes verdaderamente mandan” o de que “no les toca
como hijos encargarse de aquello que genere incomodidad o frustración, que “eso
es cosa de los papás”. Dar un poder desmedido (si bien, incapacitante)
a los hijos, es la raíz principal de este Síndrome.
Los niños
emperadores a los -que
sus padres, en su anhelo de ser una bendición para ellos, les han dado todo sin
límites “para que no sufran”- se convierten en niños cuyo síndrome se
caracteriza por su incapacidad para tolerar las dificultades de la vida, ya que
les faltó aprender precisamente, una
adecuada tolerancia a la frustración.
Sus padres se desvivieron con tal de que ellos “mientras estuvieran
creciendo, jamás sufrieran, jamás se frustraran, etc.” A estos niños y
adolescentes les cuesta mucho trabajo
por lo tanto, adaptarse ya no sólo al dolor que conlleva a veces vivir, tampoco
se pueden adaptar a los diferentes encuadres sociales, académicos, laborales,
etc. Simplemente les cuesta mucho asirse
de la vida, sufren y culpan a sus padres, pues no les dan más o suficiente; y
nunca será suficiente.
Los hijos de los padres que dan demasiado, han vivido en un entorno casi
libre de frustraciones y de oportunidades para probar sus propias fuerzas al salir adelante de sus propios problemas.
Por ello, padecen de una vulnerabilidad, a veces crónica, ante las
dificultades. No poseen la adecuada estructura mental o cognoscitiva para resolver las contrariedades
que se van presentando en su vida. Sus padres siempre les resolvieron los problemas,
por lo que, en ese afán de protegerles, no les permitieron afrontar las
consecuencias de sus actos. Es decir, no les permitieron aprender a valerse por
sí mismos.
A veces esta sobreprotección de los padres hacia sus hijos, fue gestada
ante la duda de si estaban criando bien a sus hijos o no. Es decir, que ante el
temor de llegar a ser padres demasiado fríos, distantes o duros, les protegieron
con mimos excesivos o evitándoles todo malestar, dolor o sufrimiento. A veces
son padres que dieron
de más al dar lo que ellos no tuvieron.
Como toda la responsabilidad fue asumida siempre por los padres, estos
niños generan dependencia, falta de iniciativa, egoísmo, intolerancia,
desadaptación y tiranía. Son hijos de padres que incluso llegaron literalmente
a sacrificarse por ellos: con tal de darles el coche, el celular que ellos
mismos no tienen, el viaje… En este esquema los padres están al servicio de los
hijos, de ahí que “los pequeños” se vuelvan unos verdaderos tiranos, tal cual
como emperadores, y los padres, sus esclavos. Es importante decir que este
fenómeno no tiene que ver con clase social, nivel educativo o capacidad
económica de los padres. La raíz del problema, como mencionamos arriba, está en el esquema de creencias que los padres
tienen en su mente acerca de qué es ser “buenos padres”, son las ideas de “que
los hijos no sufran”, “que los padres nos tenemos que hacer cargo”, etc. Las
que generan un desbalance al momento de Dar.
Cuando un niño ha recibido desmedidamente, ha recibido poder y control desmedidos. De ahí que, cuando
un hijo ha vivido bajo la falsa idea de que es “rey” y de que “sus papás están
a su servicio”, de que “el mundo está para obedecerle”. Un daño grave ha vulnerado la psique de ese niño o
adolescente y su capacidad para lidiar con la realidad.
Para ser unos padres que sean una fuente
de bien para sus hijos, es importante recordar que la meta debe ser que los niños vayan generando su propio
repertorio de afrontamiento, que puedan asumir de acuerdo a su edad sus
responsabilidades y las consecuencias de sus actos. Que acrecienten su capacidad para la supervivencia,
para lidiar con las incomodidades o dolores de la vida.
Para crecer sanos necesitan aprender
a tolerar frustraciones. No ganamos nada buenos si se les protege de los
malestares o dificultades razonables que
corresponden a la edad o la maduración del niño.
Los hijos en realidad, para recibir un amor sano de nuestra parte:
necesitan que les permitamos aprender a
experimentar sufrimiento, aunque cobijados por nosotros como padres. Y un poco
del malestar que les va trayendo la vida, lo suficiente para que aprendan de
estas experiencias a resolverse quiénes
son, y a vivir su
propio camino de
crecimiento y respuesta; y sobre todo a ser capaces de padecer esos malestares o incomodidades al Dar ellos mismos a otros.
Para ser una fuente de bien para los hijos, como padres debemos ser una
autoridad basada en el diálogo, con amor, sensibilidad, comprensión. Explicarles lo necesario, dejarles vivir,
elegir y afrontar consecuencias.
Enseñarles análisis y reflexión en la toma de sus decisiones, modelarles con el ejemplo una actitud de ret .
Pero para ello, es necesario que la última palabra, sea siempre la de los
padres. No la de los hijos. La democracia se deja para lo opcional y accesorio,
no para lo esencial. En lo substancial, en lo básico, en las cuestiones de
criterio, los padres son los que deben tomar las decisiones
teniendo en mente el bien último de sus hijos, aunque para llegar a éste
haya que pasarse por unas buenas dosis de frustración.
Cuando nos mueva el deseo de “dárselos todo” démoslo, pero a largo plazo,
no a corto plazo...
Cumplamos así con el anhelo de Dar y ser una Bendición para
nuestros hijos, una fuente de Bien para ellos.