domingo, 29 de agosto de 2010

¿Analfabetas emocionales?

Transformando emociones 
de la adversidad a la fortaleza. 
El gran estilo nace cuando lo bello
obtiene la victoria sobre lo enorme.”
-Nietzsche

Los sentimientos de agotamiento, vacío, vulnerabilidad, incapacidad, fragilidad, miedo, impotencia (y demás palabras estremecedoras que nos harían pensar en el campo de la psiquiatría) no son innatos. Si bien, la capacidad del ser humano para ir más allá de estos sufrimientos sí lo es. ¿Paradójico no?
Por ello, la mente humana sin duda es digna de celebrarse.
Permítanme hacerlo comparándola con el más perfecto violín de la más exquisita manufactura. Ambos son instrumentos. Herramientas al servicio de lo humano. Ambos pueden, mediante manipulación o destreza, llagar a emitir la más excelsa composición, y dar expresión a la experiencia.
Debo decir, que tanto el músico que maneja un violín como el individuo que posee una mente, necesitan entrenarse en su uso, antes de lograr hacer música y no sólo ruidos estridentes.
Literalmente, la mente puede llegar a ser muy ruidosa, en manos del iletrado o inexperto.
¿Quiénes no hemos escuchado esos ruidos? Sonidos íntimos que a veces parecen chirridos. Voces internas que a veces parecen gritos. ¿Y a su vez, quiénes no hemos escuchado la música más hermosa, la más trascendente e inspiradora, en el mismo lugar, en nuestro interior? Son nuestras emociones, sentimientos y pensamientos: son nuestras cogniciones.
Tanto el violín como la mente pueden hacer estridencias o sinfonías. Estridencias si no se le afina bien, si no es medianamente diestra la persona que le gobierna.
Cuando se desea aprender a tocar música, hay academias en donde se puede uno entrenar en este arte. ¿Pero qué me dicen de la mente? ¿Cómo aprendemos a hacer “música” con ella? Algunos acertadamente responderán “de la vida”, ¿acaso no son las experiencias nutridas por el entorno inmediato -especialmente la familia- de las que aprendemos a dar significados a lo que pasa? ¿De las que aprendemos a hacer eso llamado pensar? Si. Pero no lo es todo.
Utilizar con arte el instrumento llamado “mente” requiere un entrenamiento diligente. Educarnos en el uso de nuestras cogniciones involucra una voluntad activa. Una completa alfabetización emocional no siempre se da sola.
Démosle a nuestro interior una hora al día para pensar, meditar, rezar, perdonar. Restaurar nuestro orden emocional. Si no una hora diaria, por lo menos una semanal…
Para empezar, a voluntad, afinar y hacer uso de nuestro singular instrumento, necesitamos tomar distancia de nuestras actividades cotidianas. Y separarnos de ella, (otra de sus curiosas paradojas).
Separarnos para tomar perspectiva, saber precisamente que la mente es en realidad un instrumento. Saber que lo que nos hace Ser nosotros, no es ella. Que no somos nuestros pensamientos, que no somos nuestros sentimientos, que no somos nuestras pasiones, que somos más que todo eso junto.
Al tomar esta conciencia, entonces es fácil ver que el instrumento no se toca solo, que si lo dejamos tocarse con el devenir, no habremos obtenido lo mejor de nuestras vidas, de las experiencias, del tiempo. Incluso, quizá habremos sufrido más de lo necesario.
Tomar conciencia del uso que le das a tu mente, es tomar conciencia de tu conciencia. Esta capacidad es, de hecho, una de mis definiciones favoritas de lo que es Ser Humano. ¿Quiénes más entre todas las criaturas somos capaces de hacer eso? ¿De pensar acerca del pensar? ¿De sentir acerca del sentir?
Entonces hagamos aún mejor lo que es innato en nosotros, hagámoslo como quienes nacieron para ello: pensemos, disertemos, descifremos, reflexionemos, intuyamos, comprendamos, maduremos, vislumbremos...
Que lo que acompañe tus experiencias de vida sea Música. Que lo que todos juntos emitamos sea una Sinfonía.

lunes, 19 de julio de 2010

Al encuentro de tu Maestro Interior

Como especialista en el tratamiento de los Trastornos por Ansiedad, con frecuencia les digo a mis pacientes que ese Monstruo de la Ansiedad que les acosa en realidad es un poderoso tutor. Que detras de esa emoción en realidad se oculta un amoroso, aunque disciplinado, sabio Maestro Interior.
A tu Maestro Interior, no siempre es posible reconocerlo desde un inicio como tal. Él, para llamar tu atención, adquiere la forma de una especie de Monstruo de las Mil Cabezas. Se da a notar, a la manera en que los monstruos lo hacen: destruyendo, atacando por sorpresa, espantando, controlando, doblegando, ocasionando fracasos y pérdidas, entre las que está la capacidad de gozo.
Literalmente el Monstruo perturba la vida de la persona. ¿De qué otra manera habría llamado la atención del individuo? ¿De qué otra manera le movería a buscar cambiar algo…de no ser por semejante acto de intrusión en su vida?
Claro que al primer chispazo la persona piensa que debe tener lugar algún cambio externo quizá, en el ambiente o en los otros…
Entonces el “Monstruo” arremete: ataca más y más fuerte. Ya que en función del nivel de inconformidad, molestia o daño que le represente a la persona, ésta se dará cuenta de que “quizá haya algo que cambiar en su interior y no fuera de sí”.
A veces amigos, visualizar en nuestras mentes qué necesitamos cambiar, tarda en llegar a la conciencia. Subconscientemente usamos toda clase de mecanismos ingeniosos para, simplemente, “no darnos cuenta”: negamos, evadimos, racionalizamos, creamos teorías, justificamos. Tememos al cambio, bajo la idea de que hasta ahora, “las cosas nos había funcionado así”. Simple y deliberadamente, decidimos ignorar el hecho de que “algo estamos pensando o haciendo mal”.
Si tenemos suerte, el Monstro hará bien su trabajo, traerá miseria a nuestra vida conciente. Si no, simplemente no cambiaríamos nunca, y seguiríamos negando la verdadera miseria silenciosa, aunque cómoda, de la que viciosamente llenamos nuestra existencia, confundiéndola con el confort -tan sobrevaluado hoy en día.
Decidir sacar al Monstruo de nuestras vidas para dejar entrar al Maestro Interior, es un acto de decisión consciente y requiere reto, compromiso, esfuerzo. Requiere la humildad suficiente, para convertirnos en “sus aprendices”. Requiere cambiar para aprender y aprender para cambiar. Y así llegar a conocer las enseñanzas de tu Maestro
De quien aprenderás cómo acceder a la verdadera satisfacción que da el crecimiento interno. De lo contrario, contraatacará una y otra vez: por amor, por disciplinado, por sabio…

martes, 6 de julio de 2010

Analogía del Espíritu



Analogía del Espíritu

Por Sarah Russek

La intención, es posible leerla en el libro de texto que ha hecho, de mi vida, Su Vida.
En Su escrito, se develan tras los hechos, las palabras que conforman Su propósito. 
A lo largo de la narrativa, que hace de mí... Con suerte un arquetipo de Sí.
Un reflejo fugaz, ese lugar en el Espejo, en donde es posible ver en tan sólo un fragmento, la imagen entera, toda la Verdad.
 Allí en cada aspecto en el que se posa la mirada, mi mirada, Su mirada.
Le he dado la vuelta, para no perderle de vista. 
He aquí el drama de mi vida: sólo logro un aspecto de mí, y necesariamente se oculta el Otro.
Fortuitamente puede perderse la esencia de quien mira y la Mirada en el Espejo.
Se confunden las partes con el Todo, embrollándose las verdaderas similitudes con las auténticas diferencias.
Un ave nunca será sus alas, ni las alas serán el ave, pero sin ellas, le es imposible volar y sin duda deja de ser, por lo tanto, ave. 
Al confundir las partes con el Todo, no hay imagen, no hay ave, no hay reflejo.
El designio de este escrito en el que narra mi vida, es comprender la Integridad que me conforma y a la que concierno.
Conocer la relación entre los segmentos y el Uno indiviso. 
Entre las alas y el cuerpo, entre el fragmento y el resto de la imagen en el espejo, entre Quien se mira y, con suerte, Su Analogía.